De la escanciada sublimidad de la Joven Orquesta ‘Maestro Álvarez Beigbeder’, la feble argumentación del filme ‘Exposados’ y un plato de patatas fritas a la carbonara

Este pasado sábado disfruté resueltamente con el concierto que ofreciera –a propósito de la presentación de su nuevo trabajo discográfico- la Joven Orquesta de Jerez ‘Maestro Álvarez Beigbeder’. ¡Menuda incursión en los intersticios de la levitación anímica! Estos jovencísimos intérpretes suministran naturalidad a nuestra nunca conclusa capacidad de asombro. Música clásica para la reinvención del yo. Una orquesta de puntos y aparte. Un pentagrama que ejecuta el milagro de la multiplicación de las sinalefas abiertas. Una algarada de secuencias empuntadas de violines. De su escanciada sublimidad musical hablaré en breve porque bien merecen sus miembros –tanto chicas como chicos, tanto chicos como chicas (omitiré el horripilante “miembras” pugnado y pugnante de la señorita Aído)- un post enmarcado en la moldura de oro viejo de mi blog. Ellos manejan con mano diestra el virtuosismo capaz de elevar el alma, atemperar el frenesí cotidiano y dulcificar el sabor del asueto (adjudicado de cuando en cuando a nuestro ombligo por derecho propio). Toda vez concluyera este implícito y algodonado homenaje a la música, saludé sin contrapartidas a buena parte de los presentes (Leo de la Rosa, la señora alcaldesa Pilar Sánchez, María José García Pelayo, Bernardo Villar, José Manuel Jiménez o Magdalena –la incansable e imbatible propulsora y mentora de la Joven Orquesta-) y marché a toda pastilla a cenar sándwich vegetal, patatas fritas a la carbonara y café capuchino –un servidor tiende, por razones del apellido, a la gastronomía italiana- para seguidamente (no cupo el formalismo del respiro entre paréntesis) sumergirnos en las frondosidades de la sala oscura (cine, Avenida de Europa, hora golfa). Jennifer Aniston –una de las actrices que mejor domina (¡y no domeña!) su connatural vis cómica- saltaba a la palestra de los estrenos cinematográficos y allí que acudimos con puntualidad espartana sin tampoco despedirnos a la francesa de parte alguna. Exposados era la película que pastoreaba nuestras atenciones. A excepción de la ex de Brad Pitt, el filme se encarama a troche y a moche sobre la linealidad de unos diálogos pamplinosos, sobre la bilateralidad de una persecución sin chicha ni limoná y sobre la literalidad de subterfugios argumentales definitivamente soporíferos. El diseño de los personajes adquiere tintes absurdos por inverosímiles y por demudados. Cuanto de salida nos las prometía muy felices –la comedia de situación deja escaso margen al aburrimiento- sin embargo devino en bostezos por doquier. No obstante el cine también postula la justificación de la individualidad. Y la Aniston todavía posee mucho hilo en el telar de su gracejo, de su desparpajo y de su ángel cómico.

PROGRAMACIÓN CULTURAL

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