De un nombramiento inmerecido –adelantado y no precipitado- que hincha las alforjas de mi agradecimiento. O cómo he sido nombrado miembro del prestigioso Centro de Estudios Históricos Jerezanos

“Hechas, pues, estas prevenciones, no quiso aguardar más tiempo a poner en efecto su pensamiento”. (Don Quijote de la Mancha – Capítulo II – Que trata de la primera salida que de su tierra hizo el ingenioso don Quijote).

Estimados lectores: Cosas veredes, Sancho. Decálogo de intensiones, digresión inter nos, la férula confesional. Introito aliviador, frase al canto: Ni por asomo pude nunca siquiera imaginar mi posible pertenencia al siempre prestigioso Centro de Estudios Históricos Jerezanos. Dicho queda sin ambages y con las dermis de la mano derecha cosida a la sístole de mi verdad. Jamás regateé, empero, la ilusión de vislumbrarme, de visualizarme, de localizarme a medio o largo plazo como uno de sus legítimos miembros aunque –ojo al parche- sostengo contra viento y marea que la propicia y propiciatoria benevolencia de todos sus actuales integrantes –aludo, naturalmente, tanto a los de su Junta de Gobierno como a la totalidad de la Asamblea General- han adelantado –que no precipitado- una incorporación cuyo receptor –o sea: el abajo firmante- ya de veras moldeaba en sus mientes ciertas obras de investigación a modo de noviciado tentativamente precursor (o de sólido aval) de cara a un futuro ingreso de tamaña envergadura. En esta ocasión –para mi ventura- no ha cumplido ni cumplimentado sus periodos, sus espacios y sus densidades la máxima de don Camilo José Cela tocante al triunfo final –después que pronto- de quien se considera resistente. O tenaz, invulnerable y pundonoroso. El nombramiento ha venido dado a expensas del dictamen del calendario. Todo ha acontecido in ictu oculi, en un abrir y cerrar de ojos. ¿Precozmente? Ummm… Sintamos al alimón los calambres de los puntos suspensivos. Un servidor ha alcanzado las mieles del reconocimiento de tan renombrada y sabia –por experimentada- institución cultural sin apenas haber vertebrado las silábicas credenciales de cuatro o cinco ensayos de investigación histórica en sus alforjas. No obstante -¡que tiemblen los molinos de viento!- todo se alcanzará (ande o no ande el caballo grande). En cualquier caso el efecto multiplicador del pudor, de la decencia y -¿a qué negarlo?- del decoro logran amilanarme bajo la esponjosidad del prurito personal: he sido nombrado miembro del Centro de Estudios Históricos Jerezanos sin mencionar oxte ni moxte, sin susurrar tus ni chus ni mus, sin comerlo ni beberlo y sin pestañear. Sabed, sin embargo, que -a cuanto a mí alcanza y cuanto de mí dependa- la decisión no caerá en saco roto ni pasará enseguida a la textura del papel mojado. Sin alzar la voz (¡Al buen callar llaman Sancho!), sin trampa ni cartón y sin tampoco bailarle el agua a nadie… aportaré al por mayor y en cantidades industriales –ajustándole las cuentas al indiferentismo social circundante y metiendo la quinta marcha de toda jerezanía- la pujanza de mis energías, la crianza de mi voluntarismo organizativo, la alianza de mi dinamismo cultural y la andanza del camino que machadianamente se hace ídem al andar. A su disposición me tienen. Levantemos el legajo de lo inadvertido, espolvoreemos el azúcar del ayer inmediato y procedamos a abrir el sésamo de lo todavía inconclusamente descubierto –o a medias descifrado- según el páramo y el celemín de la Historia. Ya me dictarán qué he de acometer y ¡todos para uno y uno para todos! Mi agradecimiento –perogrullada de suma y sigue- no conoce ahora cotos ni franqueos. Sí, naturalmente, destinatarios. A ellos, a todos ellos, remito cada letra del presente post.

PROGRAMACIÓN CULTURAL

PROGRAMACIÓN CULTURAL