La Hermandad de las Llagas muestra su pesar por el fallecimiento del padre del costalero del Señor de la Vía-Crucis Enrique Víctor de Mora Quirós



Ayer martes conocimos la triste noticia del fallecimiento del padre del queridísimo costalero del Señor de la Vía-Crucis Enrique Víctor de Mora Quirós. La Hermandad de las Cinco Llagas constata su más hondo pesar por tan irreparable pérdida, sentir que ha sido transmitido directamente por nuestro Hermano Mayor Juan Lupión al propio Enrique Víctor en la misa de cuerpo presente que tuvo lugar esta misma mañana en la iglesia de Los Descalzos. Sabíamos por Enrique Víctor del estado de gravedad que durante las últimas semanas venía padeciendo su padre. De hecho en cada ensayo de la cuadrilla costalera del Señor de la Vía-Crucis estaba muy presente el interés general por el esperado restablecimiento del histórico cofrade de la Hermandad del Valle, de Sevilla, que ahora ya presencia el bellísimo rostro maternal de tan sublime dolorosa del Jueves Santo Sevillano. La Hermandad de las Cinco Llagas dedicará una misa en sufragio del alma del padre de quien ha demostrado con creces su amor por el Divino Nazareno Franciscano. Reproducimos a continuación la sentida carta que, a modo de artículo, dedicara Enrique Víctor a su padre en la Cuaresma de 2010. Dice así:
“Querido papá:

De nuevo llega el final de la Cuaresma, y heme aquí sentado delante del ordenador, entre las mil y una cosas que se acumulan al final de este ajetreado período, escribiéndote esta carta en la inminencia de un día extraordinariamente importante para ti. Porque el jueves 25 de marzo, en la Iglesia de la Anunciación de Sevilla, y en el transcurso del Septenario a nuestra Madre y Señora del Valle Coronada, te impondrán la Medalla de Oro de la Hermandad, por tus 75 años de pertenencia a nuestra querida cofradía sevillana. ¡Ahí es nada! Bodas de Diamante que, no sé si alguna vez soñaste vivir, pero que ya han llegado y que podrás celebrar en plenitud de facultades, que ya quisiera yo firmar donde hiciera falta para llegar a tener esos noventa años que tú tienes.

Estoy seguro que en esa jornada tan especial, en la que estaremos contigo la familia, y en la que echaremos de menos a mamá, que no puede acompañarte por motivos de salud, muchos recuerdos pasarán, como las románticas y moradas filas de los elegantes, sevillanos y solemnes nazarenos del Valle, por tu memoria. Estampas de una Sevilla en color sepia en la que de la mano de tu padre, el abuelo Justo, ibas a ver a esa Virgen de los ojos verdes que siempre ha ocupado un lugar muy importante en tu corazón. Recuerdos de tus primeras salidas de nazareno, cuando tu madre te cogía primorosamente la cola de la túnica, y marchabas camino del Templo un Jueves Santo. Recuerdos de una nazareno delgado y adolescente que miraba por el antifaz aquella Sevilla republicana de miedos y carreras, de incendios y tiros, esa Sevilla que tú conocías bien, porque andabas ya metido en la política sin que tus padres lo supieran, con los camaradas de la Falange a tortas por el Instituto contra los de la FUE.

En aquella Sevilla, tú estabas allí aquella tarde en la que la Estrella se mereció el calificativo de “La Valiente”, en las puertas de la Iglesia del Santo Ángel viéndola pasar rodeada de gente y expectación. Sevilla cofradiera de aquellos Jueves Santos en los que Barrau llevaba el Simpecado del Valle, y tú te pegabas a él con tu farol para que entre el gentío no le cimbreara el atributo entre la bulla. Luego vinieron tus tres años de guerra y tus años de postguerra de nazareno con la cruz al hombro, como el Señor del segundo paso de la Hermandad, en agradecimiento por haber protegido tu vida en las trincheras de España. Por razones de trabajo, tuviste que venirte a Jerez para hacerte cargo del negocio familiar de la Fundición de San Antonio, pero te trajiste a Sevilla y al Valle en tu corazón. Volvías cuando podías e indefectiblemente a partir del Miércoles Santo a tus sillas de la Carrera Oficial, siempre cuando, como tú cuentas, la torera cofradía de San Bernardo comenzaba a pasar por delante.

Recuerdo que, cuando niño, cerca de la cocina de la casa de Federico Mayo, había una vieja foto de una Virgen desconocida para mí, que gastada por el tiempo miraba al infinito con ojos de insondable tristeza. Un día pregunté quién era y me hablaste de Ella. Yo entonces andaba bastante ajeno a las cosas de cofradías, y creo que tú temías que no iba a ser muy cofrade que digamos, porque cuando nos sentábamos en las sillas de la Calle Larga en Semana Santa yo me ponía a bostezar. Incluso mi primera experiencia con la Madrugá sevillana no pudo ser más desastrosa ¿Te acuerdas? Aquel año, y por mi insistencia, habíamos hecho plan de cofradías de lujo. Nos íbamos a Sevilla el Jueves Santo por la mañana porque habíamos alquilado unas habitaciones en un piso. Paseíto por los Templos a ver las que salían de madrugada, visita al Valle, sillas en la Carrera Oficial, a acostarse y a levantarse temprano para ver a La Macarena. Pues nada, todo al traste. Muy cerca de la calle Alberto Lista, a tu hijo no se le ocurre otra cosa que ponerse a vomitar. Total, cólico a la vista y vuelta a Jerez en medio del fracaso general. Sin embargo, aquello que hubiera bastado para marcar a cualquier chaval, fue lo que creo que produjo en mí el germen de una vocación cofrade de por vida. Creo también que el abuelo Justo, que acababa de morir, tuvo algo que ver en la neutralización de los malos instintos, y en el cielo hizo valer su olfato al apuntarme al Valle con tres años, circunstancia esta de la que curiosamente no me enteré sino años después, cuando creíamos que yo aun no pertenecía a la Cofradía.

Tras estas obligadas batallitas, creo llegado el momento de pasar al capítulo de las emociones. Porque quiero agradecerte de corazón que me ayudaras a mantener esa semilla que el abuelo dejó sembrada una tarde de verano en el libro de hermanos de la cofradía de la Calle Laraña. Contigo he aprendido muchas cosas importantes. A tratar de ser un buen católico e hijo fiel de la Iglesia. A querer a España, por la que tú te partiste el pecho en las trincheras durante tres años, eso que ahora es políticamente incorrecto. A ser un hombre íntegro, varonil, con una sola palabra y sin mentiras ni traiciones. Contigo juré por vez primera las Reglas de nuestra Cofradía sevillana. Contigo escuché pregones inolvidables. Contigo descubrí la Semana Santa de Sevilla, en aquellas excursiones de madrugadas inolvidables con Agustín Benítez, o en aquellos años en los que íbamos un día cada año a La Campana, y yo tenía que cumplir el rito ineludible de tomarme un plato combinado en la Cafetería “Catunambú”. Contigo y con mamá vi la recogía de la Macarena, y sentí avanzar hacia mí la zancada divina del Gran Poder. Contigo me metí tras la trasera del palio de Los Gitanos unas claras del día, o vi entrar a Triana en Carrera Oficial. Contigo toque los respiraderos de la Esperanza Trianera en una bulla gloriosa, que siempre relato cuando llego a la esquina de aquella calle de la que nunca me acuerdo el nombre. Contigo le hice una foto al Cachorro al lado del actor Pedro Osinaga. Contigo vi la recogía del Calvario y al Silencio volviendo por el Duque.

Contigo estuve en la capilla de la Estrella y en Sor Ángela con el Resucitado. Y en la Magna del 92. Y viendo Pasión en aquel restaurante recoleto que era el punto de avituallamiento de nuestras excursiones sevillanas. Tú has sido mi cicerone sevillano, y siempre me maravillaba que el paso de los años no hubiera disminuido un ápice tu prodigioso sentido de la orientación por calles que hacía años no transitabas. Tus recuerdos vivían en ellas. Aun está intacto el escalón de aquella casapuerta desde la que viste un año la salida de San Esteban. O aquel otro lugar de la Puerta Osario donde tenías una novia. Aún creo que existe aquel viejo edificio en el que montaste guardia en los días siguientes al Alzamiento, y en el que te encontró el abuelo, porque te habías escapado de casa para presentarte al cuartel de la Falange. Y aun está de pie la casa de la Calle Alberto Lista en la que viviste tu adolescencia sevillana.

Cuando el jueves te impongan la medalla de Oro del Valle, quiero que sepas que para mí será como la culminación de tu sevillanía y de tu ejemplo. La condecoración religiosa más preciada que vas a tener, aunque a ti te sobra con haber sido fiel a la Iglesia. Allí estarán tus hijos y tus nietos, que también son del Valle. El primo Angel y Mayte. Y algunos amigos de los de verdad. Mamá también estará, aunque en espíritu. Y tu padre, la abuela Enriqueta, tu hermana y tu hija Pilar se asomarán a los balcones de la Gloria con Luis Piazza, Barrau y Rodríguez Buzón, y presumirán de familia.

Gracias por El Valle, papá. Te quiero mucho. Tu hijo Enrique”.

(Del blog oficial de la Hermandad de las Cinco Llagas http://cincollagasjerez.blogspot.com/)

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