Lo venimos anunciando por activa y por pasiva, al paso alegre de la tradición y aferrados al mástil de la fe mariana: cada 16 de julio la ciudad se reencuentra de lleno con su acendrada devoción carmelitana. Una procesión, la propia de la Virgen del Carmen, que aglutina en las calles a numerosísimo público. Hoy como ayer. Hogaño como tiempo ha. Existen Imágenes de María Santísima que por sí solas –y por sí mismas- incentivan y mantienen encendido el valor de la Fe de un pueblo, de una ciudad, de una comarca. En Jerez de la Frontera la Virgen del Carmen suscita el fervor de la lealtad, la lealtad del fervor. El pasado sábado también la autenticidad de años, el hábito antañón, quiso esperarla de nuevo con los brazos abiertos. Poco nos importa la duda entonces colgada en los arabescos del aire: ¿más público que en otras ocasiones, menos quizá? Aquí la calidad riñe a veces con la cantidad. No sirve el barómetro de la multitud sino el rosario de esencias que Jerez nunca pierde en torno a la Reina del Carmelo. Así la disfrutamos siempre. Y así lo seguiremos haciendo de generación en generación.
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Publicado en la sección LA SACRISTÍA - Periódico LA VOZ
