Su Majestad el Rey Juan Carlos es un lector –empedernido o no- de Camilo José Cela. Lo delató el clarinazo de su mismo subconsciente. O el archisabido exabrupto punto menos que propicio. ¿Lucubraciones políticas o caligrafía china? Ni una cosa ni otra. Deducción personal. A finales de la década de los sesenta, allá cuando “el crimen empieza a decorar el alma como un musgo que se extiende sin dejar resquicio para la sangría del aire”, Cela escribió su obra ‘San Camilo 1936’ (entiéndase ‘Vísperas, festividad y octava de San Camilo del año 1936 en Madrid’). En sus primeras páginas podemos leer cuanto sigue: “… te esfuerzas por alimentar ideas solidarias en la cabeza pero eres un títere zascandil que no sabe resolver el problema de hablar confiadamente ante un espejo, ¿por qué no te callas?”. En efecto: ¿por qué no te callas? Ya entonces el Premio Nobel estaba haciendo patria obsequiando a nuestro Rey con una frase escultural y escrutadora. Andando el tiempo –esa volátil burbuja de simulaciones y ambigüedades- Juan Carlos pronuncia la frase dicha entre interrogantes, frunciendo el ceño, endureciendo el gesto, acelerando los compases de la indignación y dirimiendo por derechura. El destinario he de ahorrármelo (por populoso y reconocible). En ‘San Camilo 1936’ nuestro orondo y panzón y múltiple Cela aseguraba -de primera mano y sin intermediarios- que “hay cosas que no tienen espera posible”. Por ejemplo la respuesta, la reprimenda, la estocada, el correctivo y el rapapolvo del Rey de España cuando entonces. ¿Amonestación o lección? Ambas dos… Hay libros que, definitivamente, se adelantan una ristra de años.