Pregón de ortografía básica - Artículo publicado en Diario de Jerez el Lunes Santo



Tiempo al tiempo          por Marco A. Velo

Pregón de ortografía básica

No me tengo por peticionario. Tampoco gusto de meterme ni entrometerme en camisas de once varas, en corral ajeno ni allí donde me halle desposeído de voz y voto. Pero hoy –mire usted por dónde- saltaré a la torera la sana costumbre de la discreción más o menos contrita. Rompo barreras ab abrupto. Hoy tecleo el ordenador ab sit injuria, sin ánimo de ofensa. ¡Válgame Dios! Abordar –en esta ciudad a menuda tan cainita- cualquier aspecto relacionado con el Pregón escrito en letras mayúsculas –ya saben: el que anualmente se pronuncia urbi et orbi en Villamarta- es punto menos que penetrar en el colapso de las susceptibilidades. Porque hay quienes consagran su existencia a tal fin como si se les fuera la vida en ello (craso error de bulto: el Pregón jamás puede convertirse en una candorosa hoguera de las vanidades sino muy al contrario: en la expresión inesperada del cofrade henchido de entrega a su cofradía e hinchado de las mínimas dotes diccionales y gramaticales que un acto de semejante envergadura exige). ¿A que sí, mi admirado Enrique Víctor?
Y es que coincido con mi colega Álvaro Ojeda en aquello de la descarada existencia de los así denominados “buscapregones”, algunos de los cuales ni poseen pajolera idea del “español correcto” y a mayor abundamiento hasta cometen faltas de ortografía en su escritura ajena no ya a los sendos volúmenes de ‘El dardo en la palabra’ de Fernando Lázaro Carreter sino a los libros de bolsillo para escolares editados por la Real Academia Española. El Pregón –querámoslo o no- es un acto eminentemente literario. Y lo literario, señoras y señores, lectoras y lectores, merece cuanto menos el máximo respeto, la mediana autoexigencia y el mínimo dominio. También por el contrario escasean –aunque haberlos, haylos- los “rechazapregones” (quienes por lo común son los válidos y los más prometedores oradores pese a que –en el rueda rueda de la pelota loca- sus nombres no figuren en las quinielas de mentirijillas precisamente en atención al talante discrecional de los mismos).
Abogo por la paciencia de los “buscapregones” porque el tiempo siempre correrá a su favor. Y porque la lectura es sinónimo de madurez expresiva, de experiencia personal y de ganancia literaria. La historia de la pregonería jerezana ha dado algunos excelentes pregoneros jóvenes que siempre –desde niños- fueron voraces lectores: verbigracia Juan Pedro Cosano o Antonio Moure. Y además cofrades de nacimiento. Dime cómo te expresas y te diré quién eres. Yo, después de la sublimidad poética de Antonio Moure este año en el coliseo jerezano, cuyo despliegue de figuras literarias ignoro si apenas conocían quienes se autopostulan como candidatos a las tablas del Villamarta, daría oportunidad en los próximos años a pregoneros veteranos de sobra capacitados y renombrados a tal fin. Evitemos a machamartillo la elección de cierto postulante rayano al analfabetismo. Porque si ustedes leyesen, en negro sobre blanco, la ortografía de algún firme candidato se echarían –despavoridos- las manos a la cabeza. ¿A que tú estás de acuerdo conmigo, Andrés?


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