«Barones erre que erre». Artículo de Raúl del Pozo en ‘El Mundo’






RAÚL DEL POZO

La Historia de España se refleja bien en el Barroco, con caballeros tronados y pícaros, cuya calidad principal era el resentimiento, el odio a sí mismos. «Los españoles -escribió Tierno Galván- vivíamos en tribus, quizá en hordas, nuestro prójimo es en principio nuestro enemigo si no pertenece a la propia horda y respeta el mismo tótem». Parecía que con la modernidad y la democracia se había acabado la autointoxicación psíquica del odio, pero el resentimiento, la intolerancia, la cerrazón siguen, continua entre instituciones, clases y partidos. Observen la guerra entre la rosa y la gaviota, entre la rosa y la rosa, entre dos partidos constitucionales europeístas y, también, la riña entre Pedro Sánchez y sus barones. Humea la sangre en las espadas y el odio anda solitario por los pasillos del poder. Vuelve esa vieja pulsión autodestructiva que refleja la historia de España. Cada 50 años o menos, intentamos devorarnos con escaramuzas. «Hay que reconocer -dice Rafael Simancas- cierta razón argumental a quienes hablan de una pulsión autodestructiva en la historia reciente de los españoles». Parece mentira, pero sigue el viejo demonio escondido en nuestro ADN que intenta siempre hacerse presente en el designio de la autodestrucción. Un afán de cargarse al adversario aun al precio de cargárselo todo no se detecta sólo en la utopía de los nacionalismos periféricos, sino en los partidos mayores. Hay un intento de arrastrar como a un toro estoqueado a Mariano Rajoy. «La muerte de Mariano Rajoy pudo ser heroica y será fantasmal -me dice un dirigente del PP-. Ha hecho un gran trabajo por España, y ahora, durante dos días en el circo lo van a insultar y acuchillar con mayoría de noes». Un ex ministro de Aznar habla bajo, asolado por el asombro: «Estoy estupefacto, lo de Mariano Rajoy es la muerte con la Santa Compaña; es un alma en pena, invisible para los vivos. Con el partido más fuerte de Europa, destruido». (Según Camilo, en los velorios gallegos aparece nuestro señor Jesucristo cantando jotas aragonesas, se sacan dulces y carne de membrillo. «Hay difuntos que se tiran pedos, los muertos se tiran muchos pedos»). Luego está la guerra entre la rosa y la rosa. Hay gente tan inocente que piensa que los barones le van a dar el cante a Pedro Sánchez el día 30. Olvidan que al secretario general le apoyan a muerte los diputados que ya han pisado moqueta y esperan pisar poder. Un dirigente de la izquierda intenta convencerme de que el voto del día 30 es trascendental, porque los barones le pueden recortar poderes a Sánchez para impedirle que pacte con los que quieren romper España. Pero desde el entorno de Pedro susurran: «Los barones están cayendo en el esperpento. Se inicia una ronda de diálogo y ellos erre que erre, empeñados en embestir y no investir a su líder. La cosa puede llegar a sainete si Sánchez consigue que los grupos le apoyen, y los barones le hacen oposición. Las bases no salen de su asombro».

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