Columna de opinión de Bernardo Palomo en Diario de Jerez
Cuando el panorama cultural
de la ciudad no presenta su mejor aspecto, con el Teatro Villamarta pendiendo
de un frágil hilo, con el discurrir expositivo en las velocidades cortas de
espacios faltos de adecuada programación, existen en Jerez, no obstante,
ciertas entidades que, con empeño digno de destacarse, siguen apostando por una
cultura en la que creen. Ahí están en silente pero constante ejercicio los
continuados ciclos de de conferencias de la Academia de San Dionisio; ahí están
las presentaciones de libros y conferencias de la Fundación Caballero Bonald
que con tanta clarividencia organiza S.M. Pepa Parra y su equipo; ahí están los
múltiples actos del Ateneo de Jerez; ahí están las conferencias, mesas redondas
y demás actos culturales que llevan el sello MAV, bajo la dirección de Marco
Antonio Velo. No nos podemos olvidar de la única galería que existe en Jerez,
la de Raquel Fernández y José Daza, que con ahínco, entusiasmo y valor
continúan su programación en este mar de escasez. DIARIO DE JEREZ aporta su
granito de arena en su sala expositiva con una programación que queremos digna.
La Sala Paul ofrece ciertos buenos proyectos aunque se espera mucho más de un
espacio que debería acoger, sin paréntesis, los trabajos de los más jóvenes. Y
quiero terminar este recorrido con la afortunada aparición, con ilusión,
entusiasmo, seriedad y rigor de la Bodega William and Humbert. Su apoyo a la
cultura es bien patente; el extraordinario recinto de la que es la bodega más
grande de Europa, acoge, sin solución de continuidad, las actividades más
diversas. Jesús Medina, al frente del Consejo de Administración y los sabios
argumentos organizativos de Cristina Medina, han convertido la empresa
bodeguera en cita obligada de la cultura jerezana. Querríamos mucho menos pero,
al menos, lo que tenemos es importante.