La cima de un castillo alto y vigía -que es torre y estrella de la nobleza que embrida todo el señorío de la inglesa hidalguía andaluza- impone en esta gélida mañana de enero el vértigo y la razón suprema de las más sacrosantas leyes de la naturaleza. Campeonato de galgos en campo. VII Copa la Janda. ¡Cuánto sabe Huberto Domecq -corpulencia de tonal empatía- del doctorado cum laude de los galgueros de pro! Los Alburejos -allá donde la memoria de los profundos ojos claros de don Álvaro Domecq Díez siempre regresa en rosarios de avemarías y en el sonoro eco del empedrado del patio de la Espléndida- amanece hoy de cielo grisáceo. La nebulosa del paisanaje desciende su verticalidad a ras del albero de tientas. Los Alburejos es un sacramento andaluz al margen de climatologías. El irremplazable e innegociable sentido de la amistad es una (concomitante) virtud que aquí Dios abona sin reservas de ninguna clase.
Don Álvaro Domecq Romero -señor donde los haya, anfitrión de atento ojo clínico- enseguida despliega la escalonada ortodoxia de los personalizados recibimientos. Llegan Fermín Bohórquez Domecq, Ricardo Gallardo, Ángel Bohórquez Martínez, Antonio Mateo R. Villamil, Rafael García Angulo, Eugenio Molina Fernández Miranda, Luis Erquicia Domecq, Alfredo Erquicia Guardiola, María Pérez Noguera, Tomás Morenés, Iñigo Fernández de Peñaranda, Pedro Domecq Ybarra, Pedro Domecq Urquijo, Pablo Guerrero Pemán, Pablo Guerrero Domecq, María Jesús -señora de Huberto-, Maribel Domecq Ybarra… Los caballos -de museo el que monta Felipe Morenés Giles- zigzaguean una prosa de huellas barrocas a la manera de la literaria unidad orgánica de Arthur Rimbaud. La jornada se presume fría como el témpano gravitatorio de lo catártico. Todas las manos son también, "con todas sus quimeras, y fingiéndose palomas, manos de un hombre cualquiera" al decir del poema nunca penúltimo de José María Pemán y Pemartín.
Liebres y galgos en veloz contradanza de lienzos color verde cobalto. Sinestesia de campo a través. Galanura de estribo que hoy enfatiza y empatiza con la amalgamada diéresis de la detención del tiempo. Sumandos de nombres y apellidos:José Pérez Herrasti, Salvador Moreno Suárez, Juan M. Beato Delgado, Luis Atienza, Paco Lechuga, Alfonso Pérez Luna, José Manuel Corchado, Manuel Carrera Medina, Fernando Florido Zapata, Federico Ortega Delgado, Beatriz García Angulo, Sara Hobbs, Jaime Sánchez, Paola Athenea Fernández Molinero, Luis Sánchez Hernández…
Disciplina espartana de directores de caza y directores de carrera, de cronometradores y de jueces. De comisarios. Luis Domecq Domecq, Jaime Domecq Martel, Isaac Camacho Domecq, Daniel Entrecanales, Rocío Arango, Curro García González, Nicolás Domecq Ybarra, Eugenio Molina Valcárcel... Perico Domecq Cologan es un gestor encomiable: divisa su radio de acción para orquestar la operatividad del mínimo detalle. Todo ha acontecido a pedir de boca. El frío -con su pegada de pugilato- se ningunea y se relega a la mera anécdota. Rafael García Angulo -un tratado de las buenas maneras- se alza con el premio. Tributo in memoriam a Fermín Bohórquez Escribano. Toca turno a la hospitalidad del almuerzo en el interior de la finca. Gravita toda una historia de estirpe y linaje en este comedor de inglesa decoración que ahora corona la aureola de un memorando apellidado Domecq. Trajes de luces de Antonio Bienvenida y Antonio Ordoñez tras la cristalera de las vitrinas. El cocido atempera los cuerpos. El almuerzo se riega con un rioja exquisito sin apenas parangón: Montefusta. Las copas se alzan. El brindis se conquista. Y, en un amén, se reconquista. Aquí no encuentra novelesco acomodo la insoportable levedad del ser. Porque Los Alburejos abraza la soberanía de una cátedra incólume: la sempiterna grandeza de la Andalucía que nunca fenece ni languidece. Andalucía como un río de oro siempre al galope de este Jerez íntimo en estado de gracia.