“¿Está el enemigo?... ¡Que se ponga!” 


La 2 de TVE emite un magistral espacio documental sobre Miguel Gila 

MAV – MIRA 

La generalización conlleva injusticia. Pongamos un ejemplo ilustrativo: a la televisión -la mayor de las veces por méritos propios- se la denomina comúnmente como “la caja tonta”. Aunque en ocasiones habría que dilucidar si los tontos de remate somos los espectadores, que nos tragamos -tal cual: a piñón fijo- todo cuanto sus rayos catódicos programan. Ocasión habrá de profundizar en mayor medida: el debate abierto del lavado de cerebro que nos imponen a distancia -como el mando que cambia a nuestro capricho de canal y de volumen- merece artículos más sesudos (todo se andará en esta sección de crítica televisiva).

No siempre la televisión es caja tonta. Existen canales específicos y programas sueltos que educan el intelecto. O cuanto menos ofrecen una concepción de la cultura bastante rigurosa y académica. También iremos ofreciendo al lector una guía -o, por mejor decir, un listado (comentado)- de programas o de espacios de suscitan o pueden suscitar el interés del respetable público (ya de sea de masas o, como señalara el clásico, de una inmensa minoría). La 2 de Televisión Española nos regaló el pasado lunes -todo un obsequio- la nueva entrega del espacio documental ‘Imprescindibles’. En esta ocasión dedicado a la figura del genial cómico -con todas sus letras- Gila. Miguel Gila. Cómico, sí, pero también actor y dibujante. Todo un precursor -un reinventor- del humor español (asido a su inseparable compañero de fatigas y de carcajadas: un teléfono. Un teléfono “de los antiguos” habría que decir a estas alturas de los tiempos que corren).

Nuestro aplauso por la impecable factura de la emisión. La 2 sigue marcando la diferencia -que no las distancias-. Intercalando vídeos y fotografías biográficas de tan completo y polifacético artista -autor de veras inteligente donde los haya- en el programa intervenían asimismo diferentes maestros del arte de reír en España -tales como Gallego y Rey, Fernando Esteso, Javier Cansado, Millán Salcedo o Arévalo-. A su vez Joan Manuel Serrat, a quien Gila ayudó muchísimo a introducirse en Sudamérica. Gila cambió el paradigma del humor. Hacedor de sí mismo. De su sello, de su acento, de su originalidad y de su producto. Hoy día diríamos que Gila encarnó al hombre marca. Su ser era el logotipo que le representaba.

Jamás quiso Gila compartir escenario y carrera con otro actor cómico. “Porque los dúos no duran siempre”. Y puso en escena “otros compañeros que estaban sin estarlo. ¿Cómo? Al otro lado del teléfono”. Así no dependía ni de la disponibilidad de agenda del otro y además tampoco su previsible compañero se llevaría la mitad del sueldo. Producto único. El todo por la parte. Es curioso cómo muchos de sus compañeros de entonces lo califican como “una fuerza de la naturaleza cuando en realidad, físicamente, era pequeño, tan canijo, tan poca cosa”. En pureza Gila gustaba a todos. Quizá porque, en el fondo y en la forma, era un actor espectacular. Una máquina de crear humor perfectamente engrasada. Y porque poseía psicología de situación. Decía: “Cuando has de enfrentarte a un teatro lleno de gente, tienes que pensar como el más inteligente de todos ellos y hablar para que te entienda el más tonto”. Rebosaba talento en estado de gracia.

Gallego y Rey manifiestan en el espacio documental que “hay que tener en cuenta que nuestra generación venía de Gila, de mayo del 68 y de la revista ‘Hermano Lobo’: ahí es nada”. El humorista homenajeado en la 2 siempre desarrollaba en el escenario “pequeñas obras literarias perfectas: sabía además utilizar todas las herramientas del absurdo para ridiculizar – con ingenio y con gracia- la mezquindad, la hipocresía y la desigualdad de las clases sociales. Y lo supo hacer desde una alta capacidad de síntesis”. No en balde tratamos de una persona muy culta, que había leído muchísimo y había visto bastante cine y teatro.

Los participantes en esta entrega de ‘Imprescindibles’ coinciden en que Gila estaba a la altura de los Hermanos Marx. Algunos íntimos lo calificaban de hombre melancólico, con ratos de ausencia, pero a fin de cuentas ni más ni menos que cualquier otro hijo de vecino. Los cómicos no siempre mantienen el cénit del humor en su devenir privado. También en la intimidad era agudo, jovial y simpático. ¿Un payaso triste? ¿Respondía al mito del payaso triste de puertas adentro? Es evidente que no. Gila ni era depresivo ni tendente a la alegría exuberante. Eso sí: supo rebañar el presente como si no hubiese un mañana. Dinero que entraba era dinero que se destinaba a viajar por tierras del ancho mundo. Un surrealista de los verdaderos parámetros de la verdad. Siempre sincero. “Mi suegra se operó para quitarse quince años y al final lo que se ha quitado han sido quince días”.

PROGRAMACIÓN CULTURAL

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