¿Qué sucedió este pasado sábado en Vejer?

Opiniones encontradas sobre la masificación de un acto íntimo

MAV – MIRA 
El escritor y periodista sevillano Antonio Burgos ha sido y es el articulista más leído en Sevilla por los miles de cofrades que pueblan y habitan la capital andaluza. Burgos es uno de las más finos interpretadores de la Semana Santa sevillana. Tan agudas -e incluso mágicas- pueden considerarse sus creaciones y recreaciones literario-periodísticas que no sólo son aceptadas y hasta anheladas por los mal llamados capillitas de la tierra de María Santísima sino también por muchísimos del resto de Andalucía Occidental.

Tiene tirón y enganche Burgos. Porque escribe con conocimiento de causa. Un conocimiento de causa que alcanza rincones secretos, no del todo hallados por la gran mayoría de los viandantes durante los días pasionales. A decir verdad Burgos domina tanto lo archifamoso como lo oculto -sea cofrade o no- de su Sevilla natal. No en balde escribió allá por el año 1974 -¡ya ha llovido desde entonces!- y publicado por la editorial Al-Borak su exitosa ‘Guía secreta de Sevilla’. Un best-seller que marcó época.

Pues bien: de un tiempo a esta parte Burgos ha confesado por activa y por pasiva en varios de sus artículos -de sus recuadros- la negativa que se ha impuesto para evitar revelar -para evitar recomendar- algunos lugares “maravillosos”, muy selectos, en los que contemplar el paso de según qué cofradías. ¿Y por qué esta negativa? ¿En razón a qué? ¿Por qué el escritor y académico se ha autoimpuesto guardarse para sí cuanto en la privacidad entiende que debe quedarse?

Pues llanamente por no adulterar y no estropear en lo sucesivo la intimidad de una vivencia mágica reservada para unos pocos, quienes han sabido descubrir la gracia, la unción, la grandeza de un rito repetido año tras año prácticamente con el mismo reducido número de personas. Y he aquí la clave de la decisión de Burgos. Sucede, y no exclusivamente con itinerarios de cofradías de Semana Santa, que determinados actos, puntos de encuentro, convocatorias pierden todo su encanto e incluso toda su (metafórica) fisonomía cuando se ponen de moda…

Porque cada realidad -cada manifestación cultural, sociocultural, religiosa, popular al fin y al cabo- tiene su medida. Y porque en la medida radica la gracia. En idéntica lid es cuanto viene denunciando el escritor Fernández Sánchez Dragó para con el efecto multiplicador del turismo fallidamente desmadrado. Y la proliferación de visitantes cubriendo determinados espacios que entones no suman más metros ni mejores perspectivas para la serena contemplación. Viajar es contemplar en serenidad.

Parece que tres cuartos de lo propio ha sucedido este pasado sábado día 30 en la bellísima localidad de Vejer. La noche de las velas sumaba una nueva edición de reclamo y confortable acogida. Una noche para la evasión, para la reflexión, para el disfrute de cercanías. Insistimos: para la contemplación en la distancia corta. La idea, acertadísima, original donde las haya, no encontraba parangón…

Pero la cosa se desmadró… en masiva asistencia. Sin control posible. La concurrencia desbordó la propia orografía. Masificación. ¿Interés desmedido de personas provenientes de acá y acullá? Nunca. Todos poseen el legítimo derecho de experimentar por sí mismos o en compañía de la familia una celebración externa, al aire libre, al cobijo de la noche, de semejantes atractivas características...

Sin embargo la opinión generalizada abunda en calles intransitables, gente agolpada, una desmesura de incluso apelotonamientos en varios puntos álgidos del itinerario trazado. Hay quien pasó miedo al haberse desplazado con sus hijos pequeños. ¿Exageración, desencanto? ¿Ha sucedido con las noches de las velas de Vejer cuanto Antonio Burgos ya atisbaba con aquellos sublimes rincones secretos de la Semana Santa de Sevilla que, tras comunicarse urbi et orbe, quedaron desdibujados ante la invasión -legítima siempre- de miles de visitadores puntuales?

¿La culpa es achacable a la organización? Probablemente no. ¿Se pueden articular mecanismos correctores? Probablemente sí. Aunque no corresponde dictaminarlos a quien suscribe. Pero soluciones, soluciones, lo que se dice soluciones, haberlas haylas. La noche de las velas es única. Pero, por ejemplo, ¿por qué una única noche? En el interrogante puede encerrarse el comienzo de un factible análisis.

PROGRAMACIÓN CULTURAL

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