Love: contigo pan y cebolla




A propósito de un regreso chirigotero… ¿a la baja?

MAV -MIRA

La chirigota del Love ha atravesado dos años extraños. No raros pero si inéditos. Inacostumbrados. Siempre han constituido sus miembros una presencia fija sobre las tablas del Falla. Con propuestas más o menos conseguidas -dependiendo la edición-. Con repertorios más o menos atinados. Con tipos más o menos propicios (el desaliño repensado también es un signo de profuso planteamiento).

La música no es evaluable en función  de un sello irrompible. La música, en el caso de la gran familia humana y humanizadora que forman estos chirigoteros, es el acompañamiento rítmico de la mejor conceptualización de la alegría. La música de la chirigota del Lobe levanta el ánimo.

Los años pasan. E incluso pesan cuando el sentido de la responsabilidad es señal de respeto a la fiesta. Y los camaradas se hacen mayores. Sin perder un ápice de frescura. Pero muchísimos carnavales al pie del cañón -no de uno, sino de cien cañones por banda- suman el efecto  multiplicador de innúmeras horas de ensayo…

Y de necesidad no ya de oxígeno sino incluso de cierre de etapas. Hay quienes piensan -erróneamente- que una retirada a tiempo es una victoria en caso de agrupaciones consolidadas ya durante décadas. ¿Antes de que nadie les tire tiritos en el pecho sabiéndose ya todos un tanto puretas del Caribe?

Nones. Mientras el ingenio prevalezca y la ilusión se mantenga, nada queda anacrónico. La edad no es mengua: tan sólo rédito logrado para alcanzar con creces -y méritos propios- el punto y seguido o el punto final o la tregua del merecido descanso.

El consenso sobre la parada sin fonda y la coincidencia en el tiempo de la fatal noticia del fallecimiento de don Adolfo orientaron este paréntesis. Más brusco que el anhelado por todos estos niños que ocuparon pupitre en una chirigota con clase. El anuncio del regreso para el COAC 2019 levantaron, tácitamente, la ovación unánime. No vienen a concursar, en sentido figurativo, sino a pasarlo bien. Textualmente. Deseaban, en todo caso, un adiós en loor de cachondeo. Lo de la despedida -o no- ya se verá.

Estos cachitos de pan representan un personaje amable, bonanzoso, inocente de puro bueno. Sí, buenos, en el sentido machadiano del término. Amigos leales y amigos de sus desconocidos. Un Forrest Gump al estilo Cádiz. Los golpes de humor no funcionaron en el debut de preliminares. ¿Sensación  agridulce ha dejado esta anhelada vuelta?

Quizá. Flojo de repertorio aunque todo apunta a que se crecerán en los siguientes pases. Seguro que a estos Juancojones no se les resiste el brío del suma y sigue. Porque conocen al dedillo las claves del concurso. Tienen mando en plaza. Para bien y para regular. Se merecen -como patrimonio inmaterial de la fiesta- lo mejor. Con ellos, siempre, pan y cebolla. Pan a cachitos.

PROGRAMACIÓN CULTURAL

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