Charla, familiaridad, Primera Comunión, cine de susto y remake, sentimiento industrialista…

Primero: Escribo con el sueño pegado en los párpados. Las retinas demandan la tersura de la almohada. Apenas he parado estos días por casa. Mucho movimiento, mucho trajín, mucha convivencia. Saco réditos de tanto ajetreo. Porque me he mezclado con la intimidad compartida de seres humanos –de ángeles custodios con nombres propios, de musas de carne y hueso- que valen su peso en oro. ¡Armonías renovables de la amistad! He dialogado con gente en masculino o femenino singular. He desplegado los pergaminos del intercambio afectivo. He antepuesto las esencias de la escucha. Charlas de franqueza que afronto como un confesor sin galardones espirituales. Me entrego pegando la oreja a la descarga emocional del prójimo o la prójima. A veces me sorprende la capacidad de afinidad, de amenidad, de igualdad que esbozan determinados/as allegados/as. Me alimento de sus transparencias. Segundo: Las Primeras Comuniones abundan por doquier. Esta mañana he asistido a la de Claudia: estimulante celebración de pulcros detalles organizativos. Modernidad y tradición no riñen escandalosamente. He disfrutado con la conformidad de una celebración en su justa medida y de un convite perfilado de familiaridad, cercanía y remembranza. Tercero: Ayer sábado dio bastante de sí. Diálogo confesional sobre el tapete. Cena de rancheras mojadas en salsa barbacoa. Cine de susto y remake. Paseo de tientos y tiendas. Parrafadas a troche y moche. Cuarto: Renovación del sentimiento industrialista, esta tarde, desde la grada de un estadio de clamor rescatado veintisiete años después. ¡Industrial, Industrial, qué bonito nombre tienes…! Prometo artículo, glosa, nostalgario en breve.
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Embobecidos

Si nos embobecemos ante un contexto, ante un escenario, ante una circunstancia que consideramos injusta entonces –tolón, tolón- ya podemos certificar nuestra patente de corso de masa impávida, de ceros a la izquierda, de vegetales con pupilas, de carne atontecida, de pasta insípida, de esqueleto andante, de orificio de vasos sanguíneos. El hombre y la mujer, el niño y la niña, el anciano y la abuelita, como siembra y como fruto de las razones del mundo de los vivos, no pueden quedarse de brazos cruzados cuando palpan, cuando captan, cuando absorben una injusticia. Ya la descubran a dos centímetros del palmo de las narices o en lontananza. Ya la visualicen acá o acullá. Si –en efecto- nos abobamos, como estatuas absurdas, entonces es que tendemos a la bobería. O es que somos unos inútiles consentidos. Unos fantoches invisibles. O corre sangre de horchata helada por nuestras venas. Si paseamos el presente, sus mañanas y sus noches, entontecidos, adormilados, achantados, entonces demos por válida nuestra condición de indolentes, de insensibles y de blandengues. Si pisamos el asfalto de la existencia revestidos de nadería, de encogimiento, de contracción y de retracción, entonces tome usted su documento nacional de identidad del país de los pacatos. De los medrosos y los miedosos. La esfera del Planeta Tierra está sembrada de plantas muertas, de gente aprovechadilla que se niega la sal y la pimienta de la dignidad. El orbe, el agro y la urbe –el universo, el campo y la ciudad- se nos presentan atiborrados de personalidades achicadas, de potenciales con inminente fecha de caducidad, de apocamientos y de aparcamientos. Triste desperdicio del serial que sucede a nuestro natalicio, a las vidrieras que iluminan coloridamente nuestro proyecto vital, a las autopistas sin previo pago de peaje. Dediquemos un rotundo no. No a quienes ponen cara de póquer mientras ejercen los entremeses de la hipocresía. No a quienes juegan a la ronda San Miguel del más de lo mismo. Amasados con harina de otro costal: el de la resignación, el del conformismo, el de la cobardía.
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Chiquillos a puñetazos

El mundo de los adultos es una borrachera de contradicciones. Denunciamos la violencia en las aulas como un signo de alarma, ponemos el grito en el cielo cuando dos chiquillos se enzarzan en una paliza recíproca, nos espantamos como despavoridos cuando los centros educativos recogen puñetazos, mamporros, manotazo va y pescozón viene, esas descomunales tundas entre el alumnado. Y –como objetores del desastre, como comisarios del suceso, como salvadores del desaguisado- nos revelamos, nos cabreamos, arremetemos urbi et orbi contra una salvajada –no existe ninguna peor que dos chavales incitados por el odio- que bien merece la más tajante solución. Sin embargo yo me pregunto quizá tampoco pecando garrafalmente de ingenuo: ¿No actúan los pequeños por mimetismo? ¿No reproducen por acción –y no por omisión- cuanta actualidad observan a pie de calle, a pie de telediarios, a pie de periódicos, a pie de guerrillas de los videojuegos de las puñeteras batallitas del matar y matar y matar al mejor postor, al mejor francotirador, al mejor asesino a sueldo? ¿No es la televisión un imán de fanatismo, de saña, de malasangre, de salvajismo?

Basta echar una ojeada a los estantes de juguetes de los grandes centros comerciales. Hasta los muñecos han endurecido su rostro. La mayoría expulsan pólvora por la retina. Armados y bien armados, predispuestos a la lucha, encanallado el ademán. La pérdida de valores de la sociedad afecta, contagia, corrompe a los hijos del mañana. Los adultos no ejercemos de tales. Y del palo avinagrado crece la astilla corrupta. Como un árbol genealógico de viciados ramajes. Producen náuseas la propagación del contraejemplo. Cada vez que observo la brutalidad de pequeñines protagonizando un combate de boxeo en el patio del colegio me viene a la memoria aquel impactante capítulo de La Barraca de Vicente Blasco Ibáñez. España quedó conmovida a principios de los años ochenta cuando, en la serie televisiva, los zagales de la huerta mataron al pobrecillo hijo de Batiste. Ojalá la verdadera memoria histórica, la de los grandes éxitos de las famosas teleseries, sirva de reflexión para una tendencia abominable que está destrozando la inocencia de los niños.
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De excursión con los amigos del Ateneo

Siempre hice buenas migas con la gente –sencillísima, familiar, hospitalaria, culta y campechana- del Ateneo de Jerez. Pepe Rodríguez López, su presidente, me tiene al tanto del devenir de esta entidad cultural que continúa progresando con pasos firmes y razonados. Fui testigo directo de su asamblea general fundacional hace ya un puñadito de años (¡cómo corre el tiempo sin frenos de mano ni paradas ni fondas!). Entonces Pacheco –don Pedro- se agarraba como un clavo ardiendo a la férula de no pocas asociaciones de vecinos. Al nacimiento –o, por mejor decir, refundación- del Ateneo de Jerez concurrieron todas las fuerzas políticas vigentes entonces en la ciudad. Luego Pepe Rodríguez, Juan Martín Pruaño, Manolo Simancas, Juan José Dorantes y compañía anduvieron no a tientas pero sí a cuerpo limpio –sin escuderos ni padrinazgos- por la senda del derecho propio: jamás recibieron el mecenazgo –y ni siquiera el apoyo frontal- de ningún arropo más o menos mediático. Casi mejor así, amigos: nadie da duros por cuatro pesetas porque al final del túnel de las subvenciones enmascaradas surgen las contrapartidas de los favores concedidos. Vosotros, chitón, y pecho de hojalata, alma de librepensadores, cabeza despejada y mente aglutinadora. Este pasado domingo me lié la manta a la cabeza, la cámara fotográfica digital al cinto y el fragor viajero a la espalda. Y uní mi vocación andariega a la excursión de mil leguas que el Ateneo organizó para propios y extraños. Ninguno de los no socios nos sentimos tal que así, esto es: extraños, ajenos, foráneos, intrusos, chocantes o arrinconados. Ni hablar del peluquín. Sino lo frontalmente contrario: acogidos en el seno fraternal –por no decir retrospectivamente uterino- del calor humano más primigenio. ¡Menuda jornada echamos por esos montes perdidos de Dios! Porque hasta mismamente nos extraviamos todos los excursionistas por las sendas nada llanas que, tal edén prodigioso de las paradisíacas estampas de la naturaleza, orillaban el río de la gracia de las reminiscencias de la Edad Media. Senderismo en estado puro, oiga. Visitamos de cabo a rabo la histórica localidad de Jimena: sus calles de ensueño, sus empinadas cuestas de continua reconquista y su Castillo de edénicas vistas. También Castellar Viejo, con su asentamiento hippy ya ineluctablemente moderado y su reciente Hotel instalado e implantado en los adentros de un castillo ahuyentador desde entonces de los fantasmas de medianoche. Cuanto nos reímos no están en los escritos. Cuanto departimos, charlamos o parlamos, tampoco. Acabamos con las piernas molidas como la canela, la dentadura blandengue de las risotadas, la cordialidad recrecida y los ánimos machihembrados. Entiéndaseme: ensamblados todos de criterios afines, hermanamiento y bonachonería. En cuanto a lo gastronómico igualmente aconsejable: desayuno en La Venta Los Corzos (no dejen de engullir el pan cateto de campo con zurrapa de manteca colorada), almorzamos en El Camping Los Alcornocales y tomamos café –ya de vuelta de las andadas- al arrimo de cualquier rincón de la Plaza de la Constitución de Jimena. Esperanza y yo inmortalizamos la expedición con el traqueteo constante del flash de nuestras cámaras fotográficas. El entorno histórico o el contorno bucólico –depende la rinconada- así lo exigían. Hay que saltar de pueblo en pueblo, de tierra en tierra, de cultura en cultura sin descanso ni treguas. Mano de santo y alimento balsámico para el espíritu. Echarse la mochila en ristre, calzarse zapatos cómodos (que no acomodaticios) y respirar abdominalmente en ocho tiempos, adelanta los prolegómenos de una experiencia dotada y datada de oxígeno, reencuentro interior, catarsis y -¡eureka!- libertad. Tengo trazada una hoja de ruta en mi propia agenda personal: el viaje, el curioseo turístico, la evasión allende nuestras fronteras ocupa un lugar preferencial. Me hago –por opción vital- aventurero de territorio limítrofe, caminante de otros caminos, enviado especial del periódico de este cuaderno de bitácora. Gastaré mis dineros, preferentemente, en los billetes de ida y vuelta. O de ida con pernocta de noches de luna llena. Los amigos del Ateneo son constructores de amistad. Espe y yo nos brindamos un penúltimo homenaje poco después de nuestro regreso a Jerez: dos buenas tazas de caracoles, tintito de verano y una montañosa ración de patatas fritas cubiertas de riquísimo queso derretido y tiras de bacón. El epílogo de mi andanza dominical es fácilmente adivinable: dormí como un bendito.
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Cocina de autor, música en directo y un trato exquisito a su clientela

Publicado el viernes 22 de mayo de 2009 en los periódicos ‘La Voz de Cádiz’ y ‘La Voz de Jerez’

Hoy visitamos un establecimiento de reciente apertura que debe concitar –a las primeras de cambio- el interés de toda clase de público. Se trata de El Garaje, ubicado en la Plaza Peones 4 de Jerez de la Frontera (frente al Zoco de Artesanía). El enclave, por histórico y por accesible, por castizo y por renovado, merece ya de por sí la atención de su ya creciente clientela. Son muchísimos los ingredientes, los incentivos, los atractivos que podemos encontrar en este privilegiado lugar para el encuentro familiar, para la convivencia con los amigos, para pasar un rato agradable degustando platos de autor, para escuchar buena música y para compartir los partidos de fútbol televisados en directo en medio de un ambiente de excepción.

Vayamos por partes. El Garaje responde a una iniciativa de sus propietarios y socios Paloma Balao y Raúl Mata. Valiente decisión la de estos emprendedores. Apostar por un restaurante de calidad en plena crisis económica del país y hacerlo, además, dotando a la iniciativa de unas variantes de originalidad siempre enfocadas a la comodidad y a la confortabilidad del gran público no es moneda habitual en nuestros días. Con apenas dos meses de apertura, El Garaje ya cuenta con su bien granjeada fama. Uno de los objetivos de su puesta en marcha –así nos lo cuenta Jesús, uno de sus empleados- es que el cliente se sienta como en su propia casa, que acudan padres con sus hijos, grupos de amistades. Para ello los camareros se implican de lleno en un tratamiento que, aparte de la exquisita profesionalidad, también concede arropo humano, diálogo, cercanía, humanidad.

Otro de los mayores banderines de enganche es, por supuesto, el enfoque gastronómico. Buena culpa de ello la tiene la magnífica cocinera Inma del Ojo. Pero es que además se estila el servicio clásico de los bares de Almería o Granada: por cada cerveza se sirve gratis una tapa de degustación. Ahí es nada. ¡Y qué tapas! La cocina de El Garaje es –y nunca mejor dicho- uno de sus platos fuertes. ¿Quiere el lector conocer algunas de sus especialidades? ¿Qué le parece, por ejemplo, una cazuela de salmorejo con bacalao ahumado? ¿O unas rabas de calamar con alioli de manzana verde? ¿Le apetece, mejor, albóndigas de pescado y marisco al brandy? ¿O presa ibérica con pisto manchego? Como comprobará, la carta hace la boca agua. Y con motivaciones muy reseñables. Hablamos de cocina de autor, de platos creativos. Prueben, si no, el gazpacho de fresa, las empanadillas criollas o la tostá rulo de cabra con confituras y nueces. Y, si desea una sorpresa imprevista, comprueben de primera mano el carácter módico de los precios.

Pero aún hay más. La música. Sí, la música en directo. Actuaciones de flamenquito o, ahora que entra el verano, otros tipos de conciertos para las tardes y las noches. ¿Quién puede pedir más? Y, para muestra, un par de botones. Hoy viernes se podrá disfrutar de una degustación de garbanzos con carne de toro desde las dos de la tarde, así como la música de Purple & Fer (una sesión de almíbar especias y groove) a partir de las ocho. Y, mañana sábado, degustación de estofado de carne de toro a partir de las dos y, desde las siete de la tarde, la música de Carlos Peña (fusión de flamenco). Y así sucesivamente. Si usted quiere recibir información continuada, los propietarios de El Garaje han desarrollado un plan de contacto permanente con sus clientes a través del carné mailing. En su correo electrónico recibirá –una vez haya visitado la primera vez este bar/restaurante- toda la programación musical que se oferte semanalmente.

No desatendamos, con todo, la variedad de los desayunos. Porque El Garaje abre ininterrumpidamente desde las ocho de la mañana a las doce de la noche. Los desayunos se han convertido en uno de sus fuertes. Porque igualmente combinan el servicio tradicional con otras propuestas propias de su autoría. Compruébenlo -¡y saboréenlo!- in situ. Y, para que no falte de nada, la cita deportiva. El encuentro futbolístico. La emoción a pie de pantalla… De una pantalla de 50 pulgadas y altavoces repartidos por todo el local. Para experimentar de cerca la emoción compartida de un partido de fútbol –o de tenis- en directo. El Garaje es una cita obligada. Nadie se arrepentirá de su visita. La buena cocina, el ambiente agradable, la música en directo y otros muchos estímulos nos esperan en la Plaza Peones.
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Actualizo mi lista de blogs preferidos

Sumamos legión (romana) quienes nos entretejemos y nos entretenemos y nos entrometemos y nos entrecruzamos a través del plural mundo de los blogs. Un método de comunicación de veras penetrante, cómplice, copartícipe e inmediatamente cronológico. La higiene literaria –en los blogs no hacemos otra cosa que escribir frente a los espejos de la franqueza: no podemos engañarnos cuando observamos de tú a tú nuestro frontal reflejo-… La higiene literaria –decía- anuda contactos, atrae adeptos, liga fines comunes. Los blogueros y las blogueras nos unimos como por un abracadabra de simpatía y urgencia. Por lo común éramos amigos antes que dueños de nuestros respectivos cuadernos de bitácora. Pero también suele darse el caso inverso: los blogs constituyen un trampolín de agrupamiento, de estrechamiento y de fundición de novedosas amistades ya casi imperecederas. Un habitante del Planeta Tierra sin blog, sin página web, sin rincón cibernético pierde posiciones en el escalafón de las tendencias –personales y profesionales- del futuro. La convergencia digital nos obliga a instalarnos en el centro de gravedad de la intercomunicación, de la interrelación, de la retroalimentación y de la actualización. Lo virtual no es ficticio. No forma parte de las estelas de la ficción. De la irrealidad. Quienes no tomen posiciones pronto… quedarán descolgados del tren del progreso. Internet es presente y futuro, el centro neurálgico del motor de la civilización, la apuesta de la Nueva Era. Hoy añado varias direcciones a mi lista de blogs preferidos. Renovarse o morir (sin las botas puestas). Podréis encontrar periodismo de primera división, talento a raudales y análisis a conciencia. Blogueros de cabeceras de tirada nacional. Titulares de los acontecimientos diarios. Pasen, elijan y lean. En la franja izquierda se acrecienta el número de voces. Los guarismos de la pluralidad.

En la foto, el Consejo Editorial de ‘El Mundo’, cuyos miembros han abierto conjuntamente un blog.
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Me lo he pasado bomba, bimba y boom

Estimados oyentes de la Cadena COPE: Turno para el análisis de fondo. La Feria de Jerez ha tocado retreta. Retirada, desmontaje, esfumación y aquí no ha pasado nada. La ciudad efímera se evapora como por arte de ensalmo. Cada jerezano ha disfrutado o padecido a su especial manera la precedencia de los días intensos, efímeros, jubilosos, jacarandosos y melindrosos del Real del Parque González Hontoria. Coexisten tantas Ferias particulares como almas (en pena o en canto de gloria) pisaron el albero del mejor brindis.

El aspecto sustancial del balance se torna debate interno de las circunstancias personales de todo quisque. Es al Ayuntamiento a quien corresponde dictar estudio y estadio de las posibles mejoras de cara a los años venideros del porvenir de este gran palacio de la fraternidad. En términos generales a mí me ha parecido una Feria esplendorosa. La convivencia ha sido viable y, por ende, renovable. Lo cual no es moco de pavo ni peccata minuta. Incentivar los engarces propicios para la avenencia –para la avenencia de la venencia- entraña ya de por sí un síntoma de predisposición colectiva. Una irrebatible e imbatible tendencia social.

Los oyentes de COPE Jerez han podido disfrutar de unas refrescantes tertulias –in situ, en vivo y directo, a pie de caseta- de tres a cinco de la tarde. Ha sido un modo concercano de hacer radio entre copa y COPE. Recuerdo aquel debate –profusamente sociológico- donde destripamos el código de barras de la Feria actual en clara sucesión de las Ferias de antaño. Fue algo así como regurgitar y resucitar a la misma vez las entrañas, el esqueleto, la soldadura de la evolución natural de la fiesta. De lo ancestral a lo usual.

Porque la Feria de Jerez no debe olvidar ni sus orígenes ni tampoco el núcleo de su dedicatoria: el caballo. Y si lo jerezanos miramos a la grada cuando de homenajear al caballo se trata… mal empezamos. Aquí no podemos afirmar que el caballo y la Feria de Jerez poseen una fama que no están en los escritos. Porque en efecto sí permanece sobre los escritos de autores tales José María Pemán, Manuel Barbadillo, Alfonso Grosso, etcétera. No será mala opción retomar estos párrafos para abanicar la grandeza del evento que hemos dejado atrás como un soplo de nuestro contento.

Yo me lo he pasado bomba, bimba y boom. En un altar doméstico he puesto los zapatos llenos de polvo en recuerdo y remembranza de los días precedentes. Leo a posteriori el altísimo número de intervenciones, atenciones y obligaciones que ha operado la Cruz Roja a propósito de derrames, contusiones, desmayos, intoxicaciones y borracheras de la peor índole. Esta circunstancia responde a la desmañada interpretación de la alegría. No hay mayor ciego que quien no quiere ver. Pobre de aquel. Ya lo dejó dicho –con canto y con acanto- Antonio Martínez Ares en la presentación de su mítica comparsa La niña de mis ojos.
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Benedetti, fluencia de lo preciso, frase miniada, octogenario de regate corto

Ha muerto Mario Benedetti. Octogenario de regate corto, refinamiento en barras, fluencia de lo preciso, frase miniada, tono pegadizo, compatriota de todos los idealismos. Un artista fecundo y no facundo. Su prosa era/es como una ventisca de palabras que acaricia la dermis de la semántica (transcrita, cómo no, con letras capitulares). Ingerimos la escritura de don Mario como quien engulle el bálsamo de la paz interior: siempre flota y reflota el valium de la temperatura íntima. Sus cuentos nunca toman el rábano por las hojas. Porque no tergiversaban ninguna posibilidad de la verosimilitud. Una ficción potencialmente dable. De prodigiosa laboriosidad, Benedetti nos lega la herencia de su copiosa obra. Un autor a la antigua usanza: escritor/escritor de veinticuatro horas cada día. Ya apenas existen los hombres encharcados de literatura en las trazas de su ADN. Ahora la manufactura comercial –los libros de mercado, las páginas de plástico, la redacción de sistema Word- aparcan y apartan la magnitud del estilo, la visión literaria de la realidad, la interpretación poética de los latidos de nuestra existencia. Leyendo a Benedetti comenzamos irremediablemente a bailar en el otro yo que anida entre pecho y espalda. Entre la daga del corazón y la llaga del sentimiento. Una danza que nos aproxima a los antónimos y a los parónimos de otras abatibles certezas. Sus párrafos son un tableteo de alternativos compases creativos: algo así como la melodía de lo intransferible. Por esta razón nos reconocemos en sus entre líneas, en sus márgenes de silencio, en sus grecas de elipsis. Y en la sonoridad de su acento escrito. Abrocha el bucle abierto de cualquier curiosidad. Y resucita la paralela anarquía de su imaginación. ¡Ah, la anarquía de su imaginación! ¡Bendito desgobierno de las ideas! ¡Tan preclaras, tan burbujeantes, tan traspasables!
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Una Feria intensa, dialogante, confidencial, íntima y social

Estoy experimentando una Feria intensa, convivencial, jubilosa, musical, dialogante, confidencial, íntima y social, muy social. ¡Cuántas charlas, cuántos guiños cómplices, cuántas risas, cuánta autenticidad! Hemos hecho radio en directo desde el Real y también hemos filosofado sobre el sexo de los ángeles. En la Feria me he encontrado y reencontrado con una cantidad multiplicadora de personas fuera de lo común. Colocamos nuestras entrañas en la parrilla de la sinceridad. Y todo marcha sobre ruedas. No he tenido descanso quizá porque ignoré adrede el cansancio. Las horas se volatizan, se volatilizan, se evaporizan. El tiempo adquiere la dimensión del disfrute y entonces ya no existe reloj ni fechas ni calendarios. El rebujito –tan denostado por los puristas de lo jerezano hace apenas unos años- ha reconquistado con creces su liderazgo. Esta bebida funciona: tampoco desmerece el arte del buen beber sino muy al contrario: enternece la practica cultural del mejor brindis. Mi Feria sería larga de contar. Para no publicar ninguna fotografía que pertenece al álbum de mi quehacer como feriante incansable, cuelgo en este post algunas instantáneas más oficiales de la caseta de La Voz. En ellas aparecen compañeros, compañeras y gente de bien. Una maravilla de grupo humano. Seguiré contando… ¡y cantando!
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¿Falsa alarma?

Estimados oyentes de la Cadena Cope: Falsa alarma. Diéresis de la tentativa. Corchetes sin corcheas. Lumbre de apartamientos. Coro de rumores. La ciudad había puesto pies en alto, pechos en acero, tacones en aceras y miradas en retrospección. La daga alerta y la llaga abierta. La murmuración clamaba el anuncio -¿de opereta?- del regreso de Pedro Pacheco como candidato a las próximas elecciones municipales. ¿Vade retro? ¿Lagarto, lagarto? Hay opiniones para todos los gustos y para todos los regustos. Pío, pío. Dejemos el patio como está, tan particular y tan como el de los demás. A la rueda, San Miguel. Pedro, Pedrito, Pedro ha de otorgarse un respiro permanente. Merecido lo tiene su agradabilísima familia. En el programa de Onda Cádiz –donde colabora a diario el periodista jerezano Pepe Contreras- ha suscrito su certeza el antaño alcalde jerezano: dos meses (tres a lo sumo) para meditar en la Ancha Castilla de una anhelada prejubilación y, luego, caminante sí hay Camino: se hizo camino al andar. Dios dirá. Los dados del reparto de la túnica inconsútil de Cristo dictaminará sentencia y dictará la suerte de su destino político. El arte del gobernante es la discreción de su retirada. Pedro Pacheco la tuvo forzosa y forzada. A machamartillo y a mata candela. Ahora goza de la serenidad interior. Pax tecum, don Pedro. No volvamos a las andadas (que pronto revirarán en hondonadas). No tientes la conquista del guerrero. No mancilles las fronteras de Alfonso X el Sabio. No saltes el rubicón de la medida natural del tiempo. Aprovéchate de tu estribor. Reconquista el segundo plano, la callada por respuesta, la magnitud de la invisibilidad. Escapa a tu libre albedrío sin emisarios ni comisarios en derredor. Saldrás ganando por goleada. Ya nadie conoce a nadie. Tú tampoco cuando reinabas en los reinos de taifas de la justicia del cachondeo. Si eres emblema malherido de una época, ¿a qué ton morir desangrado a quemarropa demacrándote la década sexagenaria? Falsa alarma. Diéresis de la tentativa. Corchetes sin corcheas. Pacheco ni confirma ni desmiente su candidatura a las elecciones municipales. El ave fénix se quiere eterno. Desconociendo –quizás- que la eternidad no existe cuando depende directamente de la voluntad de las urnas.

Editorial del espacio radiofónico 'Café de París'. Foto de Esteban Pérez Abión.
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Ana Mestre no se pierde en circunloquios ni bagatelas

Nada más ilustrativo que un debate con fundamento para clarificar ideas. La ley del aborto las presenta de manera contrapuesta según la tendencia política del opinante o de la opinante. En puridad la ley del aborto se retroalimenta de los vasos comunicantes de la contradicción. Incongruencia rayana a la extravagancia. La máxima expresión del sinsentido. Si prestamos atención a la opinión de los doctores en Medicina, quizá saquemos en claro algún matiz de evidente repercusión física para la niña/adolescente de la píldora del día después. Diagnostican el posible trallazo de una trombosis. Hasta semejantes fatales consecuencias. No me considero afín a ningún partido político. Soy adepto a la vida. Y, por ende, la ley del aborto, releída por enésima vez, se me antoja una barbarie. Patina por todas sus aristas. Me ha encantado cómo la destripa Ana Mestre –un gran valor en alza del PP- en el programa de Onda Cádiz correspondiente al día de hoy. Hablo del jueves 14 de mayo. Visionen el programa televisivo en diferido a través de la dirección http://www.ondacadiz.es/ Ana Mestre no se pierde en circunloquios ni bagatelas. Ha debatido la ley del aborto evidenciando una claridad meridiana: con datos, con fundamentos y con adscripción a las sagradas leyes de la lógica. No todo género de Igualdad pertenece unilateralmente a la figura de Bibiana Aído. Aquí encontramos la contraposición ideológica –pero sumamente respetuosa- de otro enfoque político. Me ha ilustrado por largo la clave del debate. El madrugón de las tres féminas ha cundido en la audiencia. Yo recomiendo, desde la balaustrada de mi blog, el repaso de su emisión. Podéis acceder desde el brazo alargado de Internet. No os arrepentiréis.
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Tres minutos y un puñadito de metros

De mi casa al Real de la Feria distan tres minutos y apenas un puñadito de metros. Es la suerte de vivir de la Avenida de Europa. No obstante –y pese a la cercanía gráfica y geográfica- suelo trasladar mi domicilio al Parque González Hontoria durante estos días de colorido, convivencia, charloteo, confidencias, guiños, amistad, brindis y sevillanas. A Pacheco le encanta Jerez. A mí me encanta este Jerez efímero –esta ciudad transportable con fecha de caducidad- cuyas constantes vitales se prorrogan anualmente en la periodicidad de siete días. Pero… ¡qué intensidad, qué raigambre, qué naturalidad, qué simpatía! Me gusta la Feria porque me gusta mi gente. Mis gentes. Las auténticas y no las pechisacadas que aparentan cuanto no son por mor del clavel en la solapa. La Feria da mucho juego incluso en la sequedad de las horas desérticas. Los sociólogos deben estudiarla de cabo a rabo (de toro y con patatas fritas, please). Hay individuos que la maltratan con toda serie de invenciones perjudiciales. La Feria, como la rosa, no precisa de ningún retoque. El discotequeo nocturno, la alegría impostada, la borrachera por la mera borrachera no conducen a parte alguna. En la Feria no se emborracha uno (suena el término a sacrilegio del Dios Baco). En la Feria se taja uno. Y para tajarse cuenta la condición de la elegancia interior. Hay que conocer de cerca la cultura del buen beber. Un excelente bebedor es una fontana de contento, de golpes de humor y de cariño enternecido. Asimismo de legendaria elegancia asida al ángel de la guarda de la camaradería. En la filosofía de Sócrates el ángel de la guarda era denominado como el daimon familiar. Pues ni siquiera el carácter familiar ha de perderse del catálogo social de la Feria de Jerez. Tengo pendiente más de una copita compartida. Restan varias jornadas por delante. Aprovechemos la grandeza de este evento para volver a reencontrarnos. ¿Sí o sí?

En la foto, de izquierda a derecha, las compañeras de ‘La Voz’ Virginia Montero, Pepa Toro, Charo Conde y Almudena Doña
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¿No te gustaría retroceder en el tiempo para cambiar algunos episodios de tu vida?

Fulminante pregunta la que encabeza este post. La escuché de labios de Ernesto Alterio en el último episodio de la teleserie ‘La chica de ayer’. Por cierto, primera puntualización: abono esta apuesta televisiva. Me encanta la serie protagonizada por Alterio y Manuela Velasco. Porque arropa personajes palpitantes de sentimientos. Porque me retrotrae a una época por mí idolatrada: finales de los años setenta. Y porque se sustenta en el arquitrabe de unos guiones perfilados de ingenio y de sarcasmo a la misma vez. Además enjuicia el paso del tiempo desde la óptica de la impotencia humana por paralizar su devenir, por apresar el rodillo de los acontecimientos, por monopolizar la apisonadora –clemente o inclemente- del reloj de nuestra biografía. La finitud del hombre frente al transcurso de los años nos somete a un papel de testigos más o menos resignados, más o menos activistas, más o menos indulgentes del conglomerado del pasado. La poesía es reinterpretación de cuanto dejamos atrás. Análisis de una trayectoria con latido propio. ‘La chica de ayer’ parte de la originalidad de su propuesta escénica: la máquina del almanaque que zigzaguea por los replanteamientos del salto a la inversa, del dorso de la cronología, de una retrospección que desanda veintidós años. La España de los pantalones de pana, de la inminente erupción juvenil y de la dúctilmente denominada Transición. La afamada –y exitosa y jacarandosa- serie ‘Cuéntame’ relata los hechos históricos al costadillo de la familia Alcántara (con cierto tufillo de inclinación politizada bajo el plumero del algodón que no engaña). Pero ‘La chica de ayer’ reporta matices para la reflexión. Es como si colocáramos en una misma emoción los recuerdos y el mando a distancia de tu manejo sobre ellos. Tremenda reflexión la concedida capítulo a capítulo. ¿No te gustaría retroceder en el tiempo para cambiar algunos episodios de tu vida? ¿Y para intervenir en los de otras personas? ¿Cómo rescribirías la intrahistoria de tus remembranzas? ¿Y las de tus seres queridos? ¿Qué subrayarías con rotulador fluorescente y qué cambiarías radicalmente? Cuando escribo estas líneas –casualidades del efecto omnímodo de la moviola de nuestra existencia- me entero de la muerte de Antonio Vega, autor de la canción que precisamente da título a la serie que hoy destaco con timbres de recomendación. Antonio Vega, cantando en el año 1980 ‘La chica de ayer’ con el entonces naciente grupo Nacha Pop, originó aquel movimiento juvenil –revolucionario, heterodoxo, multidisciplinar e insurrecto- que los sociólogos dieron en llamar la Movida Madrileña. Desaparece un genio triste, solitario y sentimental. Coqueteó con las sustancias que tergiversan los fondos de todos los abismos. Pero su música nos deja indefensos de contenciones. Rendidos de plenitud. Ha escrito letras con jirones de universalidad. A cada estrofa, un himno zurcido a la intimidad. Vivió por libre a pleno pulmón (el mismo órgano que ahora asfixió cualquier atisbo de supervivencia). Dulcificó la condición de crápula, enseñoreó los crepúsculos de la bohemia, combatió la rebeldía con una incomprensión siempre sonriente. Fue el Baudelaire del lenguaje pop de nuestra España liberalizada. Nunca sabremos los gramos de congoja que callaban sus estribillos. Pero internacionalizó el cosmos de la manumisión juvenil de los ochenta. Un ser demasiado frágil para este universo rocoso, pedregoso, peñascoso. Antonio Vega ya sueña el argumento de los justos. Acaba de asomarse a la ventana de la expiración. Y ha descubierto que la muerte es femenina singular. Como la chica de ayer.
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‘Los abrazos rotos’

Poco a poco, conforme vaya recuperando el tono de mi ritmo, el ritmo de mis tiempos, los tiempos de mi asueto, el asueto de mis espacios en blanco, los espacios en blanco de mis horas libres, a medida que todo acampe por sus fueros, mientras sí y mientras no, iré reconquistando -¡ábrete sésamo!- mis comentarios cinematográficos. Quiero compartir con vosotros la densidad del celuloide, la traducción del campo de enfoque, el descuello del primer plano. El cine es componenda y resultado. Es reputación y prevención. Soy un aficionado empedernido que además no cesa de visionar películas. Escúcheme con las orejas de soplillo de lector atento: he dicho películas y no novedades. He dicho películas y no estrenos. Que también, por supuesto (oficio obliga). Si finalmente todo sucede como espero, como auguro, como vaticino, podré rescatar los minutos suficientes para escribir a mis anchas. Para repartir y para repetir la cantinela de la afición al séptimo arte. Una película no queda resguardada en los intestinos de nuestro regusto particular hasta que no asentemos por escrito aquello que nos sorprendió para bien o para mal. El cine traspasa la pantalla para asentarse en la longitud del papel. En la eslora del diálogo compartido. Los críticos sabemos de la eficiencia abisal del desglose coloquial, del protagonismo posterior del espectador. ¿La trayectoria de un filme? De la pantalla al corazón (o a la decepción) y del corazón (o de la decepción) al comentario compartido. No debemos enrejar bajo llave nuestra opinión. No sellemos nuestros labios. El silencio es pasto de gusanos. Una obra de arte en potencia (o un bodrio en consecuencia) precisa del comentario del auditorio. No seamos incoloros, indoloros, insípidos y desangelados. Contémonos si nos gustó a rabiar o nos desagradó nauseabundamente la última película que hemos fraccionado, que hemos desclavado, que hemos desacomodado desde la sala multicine. Una de mis penúltimas ha sido Los abrazos rotos. Cambio de tercio de Almodóvar. Magistral movimiento de cámara y no escasas lagunas en la construcción del guión. Secuencias de embriagada originalidad, de artesanal engranaje. Penélope Cruz en una de sus más naturales interpretaciones: bailable trasgresión de sus anteriores cotos escénicos. Supera -por largo- el papel del Óscar. Ha madurado encima de las tablas a fuerza de reincidencia y fervor dramático. Almodóvar, el heterodoxo, ha blindado el encasillamiento de los marchamos artísticos. Y eligió el sendero de la renovación. Un artista se renueva en base a su conservadurismo atado en corto: sólo las señas de identidad provocan la metamorfosis del genio. La inmanencia del estilo y la confluencia de la modernidad. Hay quienes –por norma, por pertinencia o por impertinencia- se encocoran y se cabrean con la producción del cineasta manchego. Porque no hallan al librepensador que anida debajo de su pose de reliquia de la movida madrileña. Almodóvar viene interpretando la realidad oficiosa desde que colocara a la niña Alaska junto a otras chicas del montón (léase su ópera prima). Siempre enaltecí su escritura cinematográfica –hay que atisbarla en medio de la espesura de sus actrices al borde de un ataque de nervios-, el utillaje de su argot y la eventualidad de su lenguaje fílmico. Los abrazos rotos me ha agradado porque distrae, aleja, recoloca e incita a la reinvención de los juegos del amor. Lo que, divisando el horizonte patrio, no es moco de pavo.
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Publicado en los periódicos 'La Voz de Cádiz' y 'La Voz de Jerez'

Faustino Rodríguez, en la Feria de Jerez desde el año 1962

Actualmente ofrece en el Real las casetas del Bar Juanito y El Ajolí

La Feria de Jerez, como todo acontecimiento social que se precie, como toda manifestación de la alegría, como toda expresión local, cuenta con sus referencias, con sus puntos de encuentro, con sus rincones indispensables. En el Parque González Hontoria se nos abre –como una flor de expansiva cordialidad- los pétalos de cuantos abrazos nos aguardan impacientemente en el brindis de lo leal, de lo castizo, de lo cabal. También sobre el albero emerge la urdimbre afectiva tan típicamente jerezana. Esta ciudad efímera –la Feria lo es en sí misma- exige una ruta de obligado cumplimiento (por razones de empaque, de excelente acogida, de caché personal). Porque toda manifestación popular conserva –en sus más genuinas raíces- el caudal imperecedero de las señas de identidad. El Real de la Feria hace gala de su veteranía, de su colectivo don de gentes, de su señorío magnánimo, de su galanura y de su abierta fraternidad. Precisamente la fraternidad, la hospitalidad y la vivacidad poseen –arracimadas bajo los hondones de la amistad- nombre propio: Faustino Rodríguez.

No necesita presentación. Faustino es conocido, reconocido y archiconocido en el Jerez de sus amores. Ha logrado por derecho propio una titulación de alta nobleza: ser profeta en su tierra. Faustino nos atiende con esa contagiante simpatía que le chorrea por los cuatro costados de hombre que se sabe muy camarada, muy adicto, muy compañero de sus amigos. Posee el liderazgo de la conversación, la afabilidad de la franqueza de veras creíble, la transparencia de los seres revestidos del don de la sociabilidad. Cualquiera –vecino o forastero- se siente reconfortado a su lado. El renombre del Bar Juanito no parte de ninguna casualidad. Nadie regala nada a nadie. Su actual propietario ha sabido ganarse a pulso –pasito a paso- la imantación, la respuesta, el respaldo incondicional de sus muchísimos clientes pertenecientes tanto a Jerez como provenientes de diferentes puntos la geografía española.

Hablamos con Faustino de su presencia en la Feria. Lo hacemos al calor consuetudinario de una copa de vino. “¿La acompañamos –me pregunta- de una tapa de albóndigas de mi hermana Tere? Son las mejores del contorno. El otro día Ángel Nieto se comió cinco raciones”. No rechazo, naturalmente, la propuesta. Juntos celebramos, al socaire de la entrevista, el premio –otro más en su fecundo historial- que ha recibido en la VIII Edición de los Premios Anuales de Mandos Intermedios de Turismo y Hostelería en la modalidad de Hospitalidad Turística.

Faustino hace la Feria de Sevilla desde el año 1970: “De allí vengo con satisfacción porque todo me ha ido bien. No he notado la crisis en tanto en cuanto me pagan en septiembre. Fíjate los años que llevo en esto de nuestras ferias. Soy de los que más saben de la Feria de Jerez. Y no lo digo por decirlo. Ya en el año 1962 monté la primera caseta, la de Palomino y Vergara. Desde entonces hasta la fecha no he faltado un solo año. Son cuarenta y siete años de Feria, que se dice pronto”. Esta dilatada experiencia ha redundado en beneficio de los servicios que Faustino ofrece a toda su variada clientela. Las casetas del Bar Juanito y El Ajolí pertenecen a su recaudo. Dos epicentros de buena mesa, buen vino y buena camaradería.

Los jerezanos saben a ciencia cierta que en ambas casetas encontrarán gastronomía de calidad. De hecho allí pueden consumir la práctica totalidad de la carta que a diario encuentran en el Bar Juanito. Destaquemos, por ejemplo, las mencionadas albóndigas, el salpicón de mariscos, la berza, los fideos con langostinos, las papas con chocos, las célebres alcachofas, las croquetas de jamón caseras o los boquerones. La cocina es de alta calidad. Los comensales habituales pueden atestiguar la justicia y la justeza de su merecida fama.

Para Faustino Rodríguez, “la Feria de Jerez es maravillosa aunque yo, personalmente, la dotaría de la posibilidad de un diez por ciento de casetas privadas. La privacidad otorga unas propuestas a favor del público que no pueden realizarse en las casetas de entrada libre. Por ejemplo una cuidada serie de actuaciones de artistas de primera línea”. Ya huele a Feria del Caballo. Jerez está a punto. Los ciudadanos repetirán la sana costumbre de visitar las casetas del Bar Juanito y de ‘El Ajolí’, emblemas de una Feria que tiene en Faustino Rodríguez a uno de sus mejores representantes.
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Jerez, en el Patronato de la CEHAT

La CEHAT ha puesto en marcha la Fundación de la Confederación Española de Hoteles y ha constituido su primer Patronato conformado por el Secretario de Estado de Turismo, Joan Mesquida; Gonzalo Pascual , Presidente de Viajes Marsans; Arturo Fernández, Presidente del Grupo Cantoblanco; Jon Cortina, Consejero Delegado de Confortel; Francisco Romero, Director General de la Escuela de Hostelería de Jerez; Ramón Estalella Secretario General de CEHAT, que asume el cargo de Secretario de la Fundación y Juan Molas, Presidente de CEHAT, nuevo Presidente de la Fundación. La Fundación, dirigida por Patricia Fernández, comenzará sus trabajos en estos días y el Patronato se completará en las próximas semanas con la incorporación de nuevas personalidades del mundo empresarial, cultural, financiero y de la sociedad civil en general así como del sector turístico y hotelero, tal y como informó el Presidente de la CEHAT, Joan Molas, en una reunión previa mantenida con el Ministro de Industria, Turismo y Comercio, Miguel Sebastián.

La nueva Fundación de la Confederación se crea con el fin de trabajar en la gestión de actividades sociales, educativas, formativas y de inserción laboral de colectivos en riesgo de exclusión e impulsará, además, acciones culturales y de investigación en relación con el sector hotelero y turístico. En este sentido, la Fundación CEHAT comenzará su actividad con un proyecto de integración laboral de personas con discapacidad en el sector hotelero, en cumplimiento de la Ley de Integración Social de Minusválidos (LISMI) y posteriormente, ampliará su ámbito de actuación a la inserción laboral de otros colectivos en riesgo de exclusión y a otros fines de interés social. Esta Fundación creada por los empresarios hoteleros pretende conseguir una integración laboral real de aquellos colectivos con especiales dificultades y, para ello, la Fundación realizará proyectos de formación ocupacional especialmente diseñados para estos colectivos y relativos a los puestos de trabajo demandados por el sector. Todo ello se enmarcará dentro de la firma de convenios con las Asociaciones y Gremios pertenecientes a CEHAT y las principales cadenas hoteleras españolas, acuerdos de colaboración con las Administraciones Públicas y proyectos de actuación con entidades públicas y privadas relacionadas con el sector de la discapacidad.
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Merecidísimo nombramiento

Entre Paco Garrido y yo siempre ha existido una finísima, adivinable, natural sintonía. Nos apreciamos sobremanera porque nos entendemos sin apenas musitar media palabra. Estrenándome yo en la columna periodística diaria –hace ya una ventolera de años- dediqué a Paco una concatenada colección de artículos inacabados de afectos. Doce o catorce faldones indicadores de mi grado de admiración. Nuestra amistad ni ha ganado enteros ni ha perdido escalafones con el devenir de los tiempos: francamente se ha mantenido con la máxima cota de reciprocidad inicial. Cuando dos personas cuajan en la misma onda… no hay fuerza motriz que las descascarille. Porque –en el peor de los casos- una de las dos mantendrá el hilo conductor de la comunicación. Podría ahora narrar múltiples enseñazas de Paco. Aquella salida –juntos- de la Capilla de las Angustias detrás del féretro de Lete. Aquel… “y seguirán los pájaros cantando”. Aquel desayuno ilustrándome acerca de las caballerosidades de Manuel Martínez Arce. Pues bien: la Real Academia de San Dionisio de Ciencias, Artes y Letras ha demostrado otra vez su ojo avizor para fichar intelectos con nombre propio. Hace unos días los académicos jerezanos han recibido a Paco Garrido en su seno. Una noticia de titulares cibernéticos que hoy cuelgo en el blog de mi contento. Merecidísimo nombramiento, sí señor.
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La amistad: dulce vínculo, terciopelo de abrazos, aroma reconocible

Viene la idea debatiéndose en mi sesera. Hace días que pretendo escribir sobre la amistad: una materia inacabable, un suspiro de aliento reconocible, una fundición de caminos. Lo haré en menos que cante el gallo tres veces. Más adelante. Cuando los proyectos que traigo entre manos cuajen definitivamente o desbarren abismo abajo. Mi concepto de la amistad –lo sé, lo siento, lo presiento, lo pruebo y lo compruebo- se mantiene al margen de su misma sustantivación. La palabra no existe, el sentimiento sí. El vocablo es mero artificio; sus significados, sin embargo, un edén de sonrisas, un terciopelo de abrazos, una protección que nunca pediste. Que nunca perdiste. Pero que no obstante te cubre y te abrocha con el brocamantón de la fidelidad. De la perseverancia. Poseo amigos/as que siguen al pie del cañón por las simples razones de una compartida filosofía de vida. Somos idealistas, al fin y al cabo. Pero idealistas guerrilleros, soñadores, románticos. Mis auténticas amistades me acompañan –de cerca o de lejos- incluso cuando yo ando metido en los berenjenales de las ocupaciones miles. Pero ahí están –impenitentes, omnipresentes, dinámicos, acompañantes- a través de las llamadas telefónicas, de los e-mails, del encuentro premeditado, del SMS. La amistad es un dulce vínculo con los aromas de la lealtad. Nunca falla, nunca se engríe, nunca caduca. Alguna remota noche trataré –imaginativamente- mis nociones sobre la amistad. Constituyen mi mayor tesoro.
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Se cumplieron las expectativas

Se cumplieron con creces las expectativas creadas. La mesa redonda ‘Análisis de la Semana Santa 2009’ respondió al masivo interés que su anuncio había creado en el seno de las cofradías jerezanas. El amplio elenco de ponentes elegidos para tal ocasión y la necesaria revisión de cuantos matices describieron lo acontecido durante la pasada Semana Mayor eran motivos más que suficientes para que el público abarrotara el salón principal de la Escuela de Hostelería de Jerez. Una cita que -además de la iniciativa de la entidad organizadora y de la petición de los asistentes- ya puede catalogarse como un encuentro anual de insustituible convocatoria.

Integraron la mesa presidencial el presidente del Consejo Local de la Unión de Hermandades Manuel Muñoz Natera, el Hermano Mayor de la Piedad Domingo Díaz Barberá, el Hermano Mayor de Cristo Rey Manuel Serrano Jiménez, el franciscano capuchino fray Ricardo de Córdoba, el periodista José Blas Moreno, el destacado cofrade de la Coronación de Espinas Pedro Larraondo, además del Jefe de Comunicación y Prensa de la Escuela de Hostelería Marco Antonio Velo. Justificaron sus ausencias por motivos personales y familiares respectivamente los periodistas José Antonio González de la Peña y Andrés Cañadas Salguero.

Fue el propio Marco A. Velo quien, en sus palabras de introito, subrayara que “el insigne cofrade sevillano don Juan Delgado Alba –de inmortal memoria para quienes conocieron de cerca o de lejos los prodigiosos axiomas de su docta palabra- nos dejó dicho que la Semana Santa –aquella que transcurre bajo el brocamantón que todo lo mide y todo lo calibra-, la Semana Santa , sí, nunca termina, nunca finaliza, nunca se consuma, nunca se consume… sino que sencillamente pasa. En efecto: la Semana Santa no termina cada Domingo de Resurrección, simplemente pasa… Sin embargo –en inverosímil paradoja - los cofrades hacemos mutis por el foro, otorgamos la callada por respuesta, ponemos pies en polvorosa e implantamos –sistemáticamente- un tupido velo y un denso silencio y una mudez a veces desconcertante toda vez dejamos atrás la intensidad, la fugacidad y la vivacidad de los días pasionales. Como si echáramos el telón de lo irrevocable (…) Chocantemente no asistimos ni por activa ni por pasiva a ninguna suerte de balance posterior, de análisis ulterior, de crónica hablada, de moviola tertuliante, de exégesis de lo antecedido, de génesis de lo acontecido, de examen ponderado a cargo de las voces más cualificadas y más calificadas del panorama cofradiero local. La Escuela de Hostelería y la librería Hojas de Bohemia han querido hincar codos sobre los textos de esta asignatura pendiente. Atajar de raíz la laguna, cubrir el hueco y consagrar –de ahora en adelante- una cita (quizá más oficiosa que oficial) con el respetuoso, amable y sobre todo fundamentado repaso que toda Semana Santa precisa. En claves de diálogo constructivo y en llave de cierre de la cerradura de todo dogmatismo, de todo fanatismo y de todo anacronismo”.

Seguidamente hizo uso de la palabra quien fuera durante dos mandatos Hermano Mayor de la Coronación de Espinas Pedro Larraondo para ejercer el papel de moderador de este debate que se prolongara –habida cuenta el interés de los asuntos tratados- durante más de hora y media. No en balde la atención de la concurrencia se patentizó en las intervenciones de diferentes personas del público en un espacio de tiempo abierto para las preguntas pertinentes.

Resulta labor harto complicada resumir en apenas dos o tres párrafos todo cuanto dio de sí el debate. Por la dificultad de seleccionar unos temas sobre otros y por las innúmeras aportaciones de cada uno de los ponentes. Fueron analizados aspectos como los horarios, la Carrera Oficial , la compostura de los cortejos nazarenos, el comportamiento del público en los palcos, la música, los exornos florales, el andar de los pasos, la formación cristiana y su reflejo directo en la impronta de una cofradía a lo largo de su estación penitencial, el caso del Viernes Santo Jerezano, la seguridad en las calles, etcétera.

Con respecto al tan traído y llevado asunto de la Carrera Oficial el presidente del Consejo Manuel Muñoz Natera apuntó que “esta Carrera Oficial fue aprobada por el Pleno de Hermanos Mayores, a petición de un grupo de ellos, con el 97% de votos a favor. Por tanto se cambiará cuando legítimamente así lo decida de nuevo un Pleno de Hermanos Mayores”.

El balance general de la Semana Santa 2009 fue calificada como de “magnífica” por los componentes de la mesa redonda, aunque, eso sí, siempre susceptible de “ciertas mejoras”. En cualquier caso el criterio unánime descansaba en “una Semana Santa esplendorosa como hacía muchísimos años que no disfrutábamos. La climatología, sin duda, ha sido uno de los elementos claves”.

Desde el Consejo se anunció –de un modo más o menos explícito- tres acciones de concienciación para años venideros: a favor del público que ocupa los palcos, a favor de la mentalización de vestir el hábito nazareno y a favor de la recuperación de la mantilla como costumbre que viene perdiendo enteros últimamente.

Al término del acto, y por gentileza de la Escuela de Hostelería, se ofreció un ágape y un jerez de honor.

Y, mañana miércoles, un artista heterodoxo

Mañana miércoles la Escuela de Hostelería de Jerez y la librería Hojas de Bohemia ofrecen una sesión que no debieran perderse los amantes de la literatura como espectáculo en toda regla. Un acto poético a cargo de Javier de Miguel Cuesta. Un recitado del todo imprevisible. Un altar a la recreación del directo. Una miscelánea escénica trufada de sorpresas. ¿De buen humor? ¿De poesía de calidad? ¿De desarrollo interactivo? ¿De coparticipación del público? Todo se andará mañana miércoles, a partir de las 20,30 horas, en el salón de la Escuela de Hostelería de Jerez (calle Einstein, 5 –Parque Empresarial).
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Ni pude ni quise faltar a la cita: rima y talento en el concierto de Javier Ruibal

Estimados oyentes de la Cadena COPE: No pude faltar a la cita. No quise faltar a las recreaciones del desamor. No debía faltar a la anticipada pesquisa de una guitarra que siembra sintonías de otros vértices, de otros vórtices, de otros códices. Mi cantautor predilecto ofrecía rima y talento en esta ciudad de largos silencios. Con motivo de la Feria del Libro y con lenitivo palpitar.

Loli Barroso, nuestra concejala de Cultura, tuvo la pronta iniciativa y la presta diligencia de invitarme. Ella conocía mi admiración por Javier Ruibal. Porque quizás me leyera alguna discontinua reseña periodística. Quizá porque visitase –como fósforo de imprevista candela- los escondrijos de mi blog. Quizá porque alguna vez –bravamente- soltase yo un vislumbre de seguimiento, una tolvanera de loas, un partidismo categórico por el autor de LA FLOR DE ESTAMBUL.

Pisé el solar de la Sala Compañía, saludé a propios y extraños, anduve a tientas por la alfombra de lo venidero y senté mis posaderas al cobijo de la media luz. El concierto supuso un nuevo signo de progresía. No surgió el tornadizo empeño de cubrir el expediente con una presencia de habitas contadas. Javier Ruibal no es de papamoscas, de medias verdades o de gato por liebre. Lo suyo siempre germinó de los hondones de la pureza artística, del costillar de la poesía cantada, de la impúdica confesión de lo reiteradamente intransferible.

Su lenguaje renace sideral, exótico, africano, intrépido y original. Narra historias que, a vuela pluma, adoptan la textura de lo sentimentalmente intercambiable. Allí concurrimos público de toda especie. Sobre todo humana. En este mundo de aves rapaces, de boquitas carroñeras y pajarracos de mal agüero, todas las personas congregadas en la Sala Compañía éramos –en nuestra torva singularidad- rara avis, seres al margen de las masas, punto y aparte.

Que nos quiten lo bailado aquella noche de italianas acariciando un piano de sal y susurro. Jugamos a una sola carta: la que añadía un as a la escalera de color de un hombre pregonando las excelencias del amor. Y solicitando –sin encomendarse ni a Dios ni al diablo- una balsámica copita de vino dulce. Y la tuvo y, en puridad, la retuvo. Después del primer trago la garganta afinó pentagramas de ensueño, metáforas crujientes, guiños fonéticos, versos de semicorcheas. Javier Ruibal no mueve multitudes pero sí conmueve a quienes nos consideramos gananciales exponentes de la inmensa minoría. No me siento ni de derechas ni de izquierdas sino de las siglas –ya digo- de la siempre honrada minoría. Y mientras sí y mientas no, continuemos (por nuestra cuenta y riesgo) pescando atunes en el paraíso.
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No lo toméis a chacota

No lo toméis a chacota: pero este fin de semana recomiendo guarida, resguardo, huida, trinchera, clausura y cobijo. Hasta que amaine el temporal, hasta que dejen de cacarear los rugidos de las motos agrupadas en tropel. Cierren ventanas y ventanales… y abracen las silentes páginas de un libro. En la Plaza del Arenal podréis encontrar cientos de ellos durante estos días. Consuman obras de creación. No compréis al tuntún ni tampoco empujados por los comecomes del falso marketing editorial. Recuperen autores de posguerra. Españoles, por supuesto. En la Feria del Libro he visto –atención, oyentes- el tomo de memorias de César González-Ruano MI MEDIO SIGLO SE CONFIESA A MEDIAS. Toda una tesela, un retablo, un mural y un collage de sesenta años de vida española en primerísima línea de fuego de múltiples ámbitos: literario, político, periodístico, pictórico, etcétera. O las biografías de genios como Pablo Picasso –las hay a porrones- o de Salvador Dalí –a cuentagotas pero de sobras interesantes-. La novela EL LECTOR está siendo de las más solicitadas por los jerezanos. Sin duda a raíz del empujón mediático de su versión en cine. Prueben y, días más tarde, opinen, desglosen, critiquen y –en cualquier caso- sálvense. La lectura es un salvavidas para demasiadas aguas turbulentas. Una calma que precede a la serenidad. Y una serenidad que antecede a la paz interior. Apuesten –sin resbalones de la voluntad- por autores españoles. A menudo los traductores tergiversan la sinfonía de la prosa. ¿Imaginan ustedes el estilo de Paco Umbral traducido? A lo nuestro… con razón o sin ella. A lo nuestro y a los nuestros. El lenguaje castellano precisa de su limpieza y de su pureza. Lástima que algunos académicos de la Española olviden esta función de cuando en cuando. A decir verdad, ¿no olvidaron también, insulsa e injustamente, ingresar entre sus camaradas a un tal José Manuel Caballero Bonald?
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PROGRAMACIÓN CULTURAL

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